Expedición Ornitológica a Cabo de Hornos. Magallanes es una región mágica y un lugar increíble para la observación de aves y vida silvestre. Por esta razón, mi entusiasmo fue enorme cuando supe que tendría la oportunidad de visitar el mítico Cabo de Hornos, uno los últimos rincones del continente. Este era uno de los sueños que tenía antes del viaje, poder observar sitios muy poco estudiados, en muchos casos prístinos e inexplorados junto a su rica avifauna y biodiversidad.
La colaboración entre organizaciones y el intercambio de ideas es esencial para generar mejores instancias y aportes en torno a la conservación. De este principio nace la idea para colaborar entre Far South y la ROC, y su primera instancia participativa correspondió a mi inclusión como investigador en esta expedición con dos ambiciosos objetivos: a) buscar los sitios históricos de nidificación de la golondrina de mar fueguina (Oceanites oceanicus chilensis) y b) anillar ejemplares y recabar información sobre la becacina grande (Gallinago stricklandii). Expedición Ornitológica a Cabo de Hornos
Nuestra expedición estuvo encabezada por Enrique Couve, naturalista de toda la vida y conocedor de los rincones más recónditos del país. Comenzamos el viaje recorriendo el Cerro La Bandera, en Puerto Williams, cruzando sus frondosos bosques hacia la cumbre donde dormilonas frailes (Muscisaxicola flavinucha) y yales cordilleranos (Melanodera xanthogramma) nos recibieron de la mejor forma.
El día siguiente nos embarcamos a bordo del velero Serendipia, bajo el hábil capitán Mauro Garrizo y su mano derecha Arturo. Este acogedor barco fue nuestro hogar por 6 días, brindándonos todo lo necesario para navegar las desafiantes aguas de estas latitudes. El viento y el clima son elementos cambiantes allí y definen la suerte de quienes atraviesan sus mares. No fuimos la excepción y nuestra ventana de tiempo para visitar Cabo de Hornos era limitada, debíamos partir lo antes posible para evitar el frente de mal tiempo.
Tras día y noche de navegación, amanecimos frente a la alucinante Isla Hornos. Preparados en equipo y materiales, pudimos recorrer durante varias horas sus bosques achaparrados, laderas llenas de vida y la emblemática vegetación que da hogar a la poco conocida becacina grande. Buscamos a esta icónica ave por varios kilómetros, donde pudimos observar sus huellas y marcas de alimentación, demostrándonos que estaba allí pero que no era el momento aún de verla.
En esta búsqueda fueron varias las aves que deslumbraron con su presencia, destacando una pareja de salteadores chilenos (Stercorarius chilensis) que eligieron esta isla para nidificar. Por otro lado, un carancho negro (Phalcoboenus australis) nos demostró todo su repertorio de caza, intentando depredar los polluelos de una pareja de canquén (Chloephaga poliocephala). No se quedó atrás tampoco, una bella pareja de Yal cordillerano, donde el macho lucía un vistoso plumaje verdoso, camuflándose perfectamente en su ambiente.
Nuestra travesía por las Islas Wollaston continuó con la visita a Isla Herschel, lugar donde hace más 80 años se describieron nidos de golondrina de mar fueguina sin información reciente desde entonces. Con grandes expectativas pude recorrer una de sus bahías, buscando cavidades y cualquier rastro que me acercara a encontrar los nidos. Su inmensidad me dejó claro que no iba a ser tarea fácil y que se necesitarán nuevas visitas para encontrarlos. Pese a esto, mi entusiasmo era enorme al poder tener la oportunidad de estar allí, en un lugar en los últimos rincones del mundo buscando aves marinas.
Los siguientes días de la expedición nos embarcamos hacía distintas caletas y bahías, ubicadas en la Península de Brunswick. Pudiendo observar paisajes únicos y una enorme riqueza de flora y fauna. Martines pescadores (Megaceryle torquata), quetrus no voladores (Tachyeres pteneres), el endémico delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) e incluso un ejemplar de huillín (Lontra provocax) fueron algunos de los seres que nos acompañaros durante estos días. La ocasión también fue importante para conocer el contraste de estas tierras, donde el castor (Castor canadienses) ha transformado el paisaje y cuerpos de agua de muchos de los lugares, afectando sin duda de manera negativa al ecosistema.
Durante cada navegación se pudo observar el asombroso vuelo del albatros de ceja negra (Thalassarche melanophyrs) observando cientos de ejemplares durante la expedición. También pudimos observar enormes colonias de aves nidificando en distintos islotes que existen en estas tierras austral, entre los más abundantes se encontraban el pingüino de magallanes (Spheniscus magellanicus), el cormorán imperial (Leucocarbo atriceps) y el gaviotín sudamericano (Sterna hirundinacea) este último nos asombró con una enorme colonia de entre 5mil a 10mil ejemplares, donde las aves llenaban cada espacio de tierra disponible. Entre las aves nidicantes, un grupo de la siempre curiosa paloma antártica (Chionis albus) podía observarse, buscando restos para consumir.
Finalizamos la expedición atravesando la bahía de Wulaia, al oeste de Isla Navarino, un rincón de enorme belleza, donde destacaron un grupo de carpintero negro (Campephilus magellanicus) picando hábilmente los grandes árboles del bosque nativo. Aquí pudimos observar también el enorme impacto de otra especie introducida, en este caso el jabalí (Sus scrofa) que consume y destruye todo el sustrato del bosque, buscando alimento. Contrastes que dejan mucho que pensar, en estos rincones tan alejados del continente.
Fue un viaje que quedará siempre en la retina y que incita a volver. Es una sensación muy enriquecedora poder observar sitios de enorme magnitud y belleza, y que al mismo tiempo evidencian que su conservación y protección de biodiversidad debe ser siempre nuestra prioridad. Por mi parte, muy agradecido de Far South y el enorme equipo humano a bordo de la expedición, espero poder visitar nuevamente estas tierras, para cumplir los objetivos y brindar información relevante.
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